En plena pandemia y en noviembre 2020, cuando estábamos entre la segunda y la tercera ola y las restricciones eran más laxas, nos decidimos prácticamente de la noche a la mañana a coger un vuelo a Lanzarote. Teníamos unas amigas que habían ido hacía poco y, junto con sus recomendaciones y el hecho de que fui de pequeña con mi familia, sabíamos que la isla tenía grandes atractivos que ofrecer... tranquilidad, paisajes diferentes, sol y gastronomía. Un poco de esa ansiada libertad de viajar.
Isla La Graciosa
Primer día (sábado 28 nov 2020). Llegada a Tinajo.
Llegamos a medio día a la isla, alquilamos coche en la empresa CICAR (previamente reservado online, se paga al llegar, está genial porque es a todo riesgo sin franquicia y sin depósito). Vamos al Airbnb que habíamos reservado, está cerca de Tinajo, en un caminito sin asfaltar. La casa una maravilla con una parcela enorme y una terraza. Dejamos las cosas y vamos a comer a Tinajo, en Majo Picón (bien valorado en Google y barato). Por la tarde vamos a hacer la compra de la semana y al terminar nos vamos hasta Playa Blanca a dar un paseo, tomar una cerveza y luego a cenar a Casa Brígida (tienen pescado fresco, nosotros pedimos una corvina).
Segundo día. Teguise, Jardín de los Cactus, Jameos del Agua, Cueva de los Verdes y Mirador del Río.
Amanecemos temprano. Desayuno abundante y camino a Teguise, un pueblito muy agradable. Los domingos tienen mercadillo y todas las tiendas de artesanía abren. Una iglesia y una plaza muy bonitas. Tomamos algo en una bocacalle con una terracita (El patio) y nos acercamos a la oficina de turismo para que nos den recomendaciones generales. Nos decidimos por visitar entre hoy y mañana los sitios más turísticos.
Teguise
En noviembre y en situación de COVID no hay apenas gente en ningún lado por lo que es un gusto ya que no hay colas ni aglomeraciones. Vamos a El jardín de los cactus, obra de César Manrique, que descubriréis su importancia en la isla a medida que vayáis conociéndola (se venden entradas en pack que incluye los sitios más conocidos de la isla, sale más barato que comprándolo por separado. Nosotros compramos el pack de 4 lugares para visitar). Después, visitamos Los jameos del agua, cerquita de lo anterior y también obra de César. Nos gustó más la primera visita, por ser un lugar insertado en plena naturaleza, curioso y original; los jameos del agua los entendimos algo más turísticos, dentro de seguir la línea artística de Manrique.
El Jardín de los Cactus
Apretaba el hambre, así que nos decidimos por acercarnos a Haría (un pueblito de casas blancas con muchísimas palmeras, por eso se conoce como El Valle de las mil palmeras) y comimos en Tacande, después de dar un paseito por el pueblo, un sitio fusión japonés-canario en una terraza bien agradable. Tras ello, seguimos con nuestro día turístico y fuimos a La cueva de los verdes a la visita guiada de las 16.00, curioso. No soy mucho de visitas guiadas con filas de turistas, sin embargo, dada la situación de pandemia se vivió mucho más distendido de lo que debe ser habitualmente.
La cueva de los verdes
Antes de volver a casa a descansar, nos acercamos a el Mirador Del Río. No pagamos la entrada, dejamos el coche en el parking y caminamos hacia la antena grande de la derecha (en realidad no está permitido, sin embargo, y volviendo a la situación excepcional, dado que no había apenas gente nos atrevimos a caminar a nuestras anchas). Vistas increíbles de la zona norte de la isla hacia la Graciosa con el atardecer de fondo. El Mirador es otra obra de César y debe ser bonito pero las vistas son desde un restaurante con zona acristalada que me imagino, le quita algo de encanto. Después de este día tan intenso, vuelta a casa a descansar y cena casera.
Mirador del Río
Tercer día. Parque Nacional del Timanfaya, Ruta del Litoral, Mirador el Golfo.
Día soleado desde el amanecer. Decidimos empezar el día con el último lugar incluido en nuestro ticket de los 4 sitios turísticos. Vamos hacia el Parque Nacional del Timanfaya, al centro de visitantes a que nos expliquen un poco las zonas. Visitamos las Montañas de Fuego y luego nos montamos en un bus (incluido en la entrada) que te da una vuelta de una media hora por el parque (vistas preciosas pero en general cero recomendable por ser modo guiri, sin poder bajarte y con una explicación por el altavoz). Esta visita me parece prescindible, y eso que en el momento que fuimos no había apenas gente. Me imagino que en verano parecerá un festival lleno de gente en autobuses y todos viendo como echan agua en un géiser para que expulse el agua.
En su lugar, hay una ruta (que hicimos después de esto), que se llama la ruta del litoral, que comienza en un pueblo que se llama el Golfo (y es una cucada) y recorre la costa oeste de la isla unos 12km. Nosotros llegamos hasta la Playa del Paso. Las vistas son una pasada, todo roca volcánica negra con acantilados y olas rompiendo. Nos avisaron de que había temporal y había que tener cuidado. De hecho, cuidado con las olas al romper porque una de ellas nos caló enteros. En la playa comimos de picnic y tras descansar allí un rato, nos dimos la vuelta. No hacía tiempo de bañarse pero se estaba a gusto con el solecito. Son unos 6km de trayecto pero cansan como si fueran el doble porque el terreno es muy difícil (importante llevar buen calzado).
Ruta del litoral
Picnic en la Playa del Paso
Tras ello nos tomamos algo en el pueblo con vistas al mar y subimos al Mirador el golfo desde el que se ve una laguna con agua verde por unas algas especiales que tiene el agua. De vuelta paramos en los hervideros y finalmente volvimos a casa a descansar. Nos apetecía cenar fuera así que propusimos ir a Arrecife (la capital) y es de las ciudades con menos encanto en la que he estado, igual es por que era de noche, pero no lo recomiendo. De hecho, tras 15 minutos de paseo cogimos el coche y nos fuimos a un restaurante que nos habían recomendado en Teguise (Hespérides) y nos encantó! Por dentro ideal y la comida una delicia (salimos a 35€ por persona, con botella de vino).
Cuarto día. Isla La Graciosa.
Día reservado para ir a la Isla La Graciosa (al norte da Lanzarote) ya que era el día más soleado de la semana. Preparamos comida en tuppers para hacer día de picnic y nos fuimos hacia Órzola, al noreste de la isla, desde donde salen los ferrys. Hay dos empresas y solapan horarios (a en punto y a y media, tanto de ida como de vuelta), el precio es el mismo (26€ por persona ida y vuelta). El trayecto es de unos 30 minutos.
Playa de Las Conchas
Al llegar, queríamos alquilar bicis para ir hasta la Playa de las Conchas, nos habían hablado muy bien de la playa. Nada más bajar había varios sitios de alquiler de bicis, el trámite es sencillo, son 10€ por persona e incluye el casco. El pueblito es muy mono, con las típicas casas blancas que caracterizan a la isla, no tiene las calles asfaltadas y son de arena. Tiene varios bares/restaurantes, un minimarket y una panadería. En el sitio de alquiler de bicis te dan un mapita de la isla con indicaciones para llegar a la playa de las conchas, el camino es de tierra y se hace cansado por las cuestas y el sol pero las vistas son preciosas (existe la posibilidad de alquilar un jeep, algo más caro, que te lleva por la isla). Son 6km de trayecto. La playa es una auténtica pasada. Suele estar prohibido el baño por las corrientes, eso si, el agua es cristalina cristalina. Nos tumbamos un rato allí, disfrutando el sol y las vistas. Detrás, esta la montaña amarilla, se puede subir andando pero nosotros optamos por no hacerlo y poner rumbo de vuelta ya que empezaba a apretar el hambre.

Con la bici alquilada
Al llegar al pueblo, dejamos las bicis y comenzamos a pasear hacia el sur de la isla, hasta la Playa Francesa (unos 45 minutos de paseo), el agua mucho más tranquila que en el norte. Comemos nuestros tuppers y descansamos. Dudábamos si bañarnos o no, ya que la temperatura era ideal pero con la brisa que había se quitaban las ganas de bañarte, finalmente no lo hicimos. Tranquilamente, volvimos al pueblo y a las 17.30 cogimos el ferry de vuelta. Compramos algo de cena y nos fuimos a casa. Imprescindible este plan!!
Quinto día. Monumento al campesino, Famara, La Geria, Cala del Papagayo.
Nos levantamos tranquilamente y después de desayunar queríamos ir a visitar la Casa de César Manrique (que está en Haría y cuando estuvimos no nos dio tiempo) sin embargo vemos en Google que está cerrada, llamamos y nos confirman que por el COVID la tienen cerrada. En su lugar, vamos al Monumento al campesino (gratuito y curioso, también obra de César en honor a los agricultores y ganaderos de Lanzarote), que nos pilla de paso hacia la Playa de Famara, playa muy larga y en una bahía donde la gente hace surf (dan cursos), nos sentamos en la playa al solecito y después nos ponemos rumbo a la zona de viñedos (la Geria). Es una carretera donde hay muchas bodegas en las que puedes parar a tomar unos vinos. Paramos en El chupadero y después nos fuimos a la Bodega la Geria, nos tomamos otro vino con una tabla de quesos de la zona y nos animamos a hacer la visita guiada por la bodega (9€/persona), que dura una hora e incluye una pequeña cata al final.
Viñedo La Geria
Teníamos reserva en un restaurante que nos habían recomendado en Yaiza (La bodega De Santiago), tiene una terraza con un ficus enorme y precioso en la entrada. La comida muy rica (salimos a 30€ cada uno). Vamos hacia el sur, a la zona de Playa Blanca (donde hay múltiples playas que en verano deben llenarse hasta los topes). Tras un camino de tierra de unos 5-6km llegamos hasta la Cala del Papagayo (durante el camino hay señalizaciones a diferentes playas) donde hay dos chiringuitos. Nuestra idea inicial era tomar algo mientras veíamos la puesta de sol, pero estaban cerrados. Nos damos un paseo por toda la costa con el sol cayendo, una auténtica preciosidad!!! Ponemos fin al día y volvemos a casa.
Cala del Papagayo con los dos chiringuitos al fondo
Sexto día. Ruta Caldera Blanca.
Último día entero en Lanzarote. Teníamos dudas de si coger una clase de surf en Famara o hacer una ruta por la Caldera Blanca. Finalmente nos decidimos por lo segundo. Desde el pueblo de Mancha Blanca comienza la ruta por la Caldera Blanca (perfectamente indicada), hay un caminito de arena que te lleva hasta un parking desde donde se comienza a andar (nosotros lo dejamos en el pueblo porque no sabíamos que se podía dejar en ese parking).
Inicio de la ruta
Inicialmente, la ruta es llana sobre terreno pedregoso volcánico, calzado cómodo y cerrado imprescindible. Se llega a la caldereta, un cráter pequeño en comparación con el siguiente, la Caldera Blanca. Comenzamos la subida y desde un borde del cráter hasta la parte más alta del cráter del otro lado son otros 40 minutos andando (en total, ida y vuelta fueron 3h30). Las vistas son increíbles, tuvimos suerte y el cielo estaba despejado. Eso si, pasamos mucho calor. La vuelta la hicimos terminando la vuelta al cráter en lugar de deshacer el camino. Creo que es mejor deshacer el camino ya que por el otro lado el camino era algo complicado.
Caldera Blanca
Al llegar al coche estábamos bastante cansados, habíamos reservado en Restaurante El risco (nos lo habían recomendado), en la playa de Famara. El ambiente del pueblo es muy animado. A pesar de que la comida estaba rica, la atención fue bastante mala, muy antipáticos. Volvimos a casa a descansar y, por la tarde, habíamos quedado con unas amigas en Restaurante Lagomar (el sitio es una pasada, construido por César Manrique, en Nazaret), tomamos algo primero en una especie de cueva que hay al otro lado del propio restaurante y luego cenamos. Nos gustó mucho.
Séptimo día. Vuelta.
El avión salía a las 14.00 asique aprovechamos la mañana para descansar, para hacer la maleta y para recoger todo.
Un viaje completo, una isla preciosa y con un paisaje único. Buen tiempo, descanso y un soplo de libertad en plena pandemia. Si haces un viaje con el objetivo de conocer a fondo la isla (sin dedicarle tiempo a las playas), terminas con un conocimiento bastante amplio de la misma. Conozco 5 de las 7 principales islas del archipiélago canario y Lanzarote es una de mis favoritas.