Pensando en una escapada de 4 días y queriendo alejarnos del calor de Madrid, nos decidimos por ir a País Vasco Francés, con sus pueblos bonitos, su comida vasca-francesa y sus playas infinitas. Reservamos en un hotel en San juan de Luz, para 3 noches, siendo éste nuestro centro base del viaje.
Día 1. Madrid - San Juan de Luz.
Salimos desde Madrid con previsión de llegar a destino sobre las 20.00. Dejamos nuestras cosas en el Hotel La Caravelle, a unos 15 minutos andando del centro de San Juan de Luz y fuimos hacia allí para cenar en un restaurante que habíamos reservado previamente, Instincts. Cocina elaborada, cuidada y personal muy amable; eso sí, el precio bastante elevado. Nos dimos un buen paseo por el centro y terminamos en Le Garage, una nave súper animada con música en directo, barriles con sillas altas… parecía el centro de reunión de todos los locales y turistas, que por estas fechas estaba lleno (sobre todo de españoles, claro).
Día 2. Hondarribia. Hendaya. San Juan de Luz.
Por la mañana y tras un desayuno en un bar de San Juan de Luz, nos fuimos a Hondarribia, a una media hora en coche. Aparcamos en uno de los parkings colindantes al centro (son de pago y hay parquímetros cerca) y paseamos por la calle de San Pedro, principal vía del pueblo y donde se aglomeran todos los bares, con las terrazas inmensas y todo el gentío. Tras un paseo por la zona nos instalamos en el Gran Sol. Nos habían recomendado este sitio ya que sus pintxos, económicos, son deliciosos y podrían asemejar un Estrella Michelin. A las 12.30 salen los camareros a tomar nota (nosotros pedimos: huevo mollete, falso sushi de mejillón y foie con queso. Estaban todos de muerte). Se empieza a formar cola, la cual avanza rápido ya que la terraza es bien grande. Simplemente, nos encantó. Otros sitios de pintxos que nos habían recomendado eran la gastroteca y la vinoteca.
Continuamos nuestro paseo hacia el casco antiguo, que está declarado como Conjunto Monumental, tiene zona amurallada y sus calles son de lo más pintorescas. Un pueblo con muchísimo encanto. Tras bajar la comida nos fuimos a la playa de Hendaya a pasar la tarde, sin muchísimas gente, muy amplia y perfecta para dar un buen paseo.
Vuelta a San Juan de Luz para descansar, previo paseo por el pueblo ya que el día anterior lo vimos de noche. Igual que los pueblos de toda la costa, priman las casitas blancas de 3-4 pisos con ventanas de colores y suelos adoquinados. Por la calle principal hay innumerables tiendas de ropa, de surf y de comida.
No habían recomendado un chiringuito para cenar a unos 15 minutos en coche subiendo la costa, Gringuette Erromardie. Fue un absoluto acierto. Puesta de Sol preciosa, chiringuito a rebosar de franceses, pocos platos donde elegir pero todos ellos muy ricos y a un precio muy asequible, se pide en barra y llaman por tu nombre por micrófono para ir a buscarlos. Un plan súper apetecible!
Día 3. Bayona. Playa de Bidart.
Por la mañana nos fuimos a visitar Bayona, a unos 30 minutos de San Juan de Luz. Dejamos el coche en un parking a la entrada de la ciudad y caminamos a la vera del río Nive. Nos sentamos en una terraza a desayunar y terminamos tomando un brunch estupendo. El sitio se llamaba Nomad brunch bar.
Dimos un buen paseo por la ciudad, entramos por el famoso puente Marengo, con la visión de la catedral de Santa María al final de la calle con sus edificios característicos de colores. Entramos en la Catedral, preciosa, con un claustro con muchos puestos de artesanía. Salimos por la Rue d’Espagne, que recorrimos hasta el final. Callejeamos por las calles colindantes y cruzamos de nuevo el río hacia la Petit Bayona. También se puede visitar el castillo y el jardín botánico.
Hacía muy buen día por lo que nos fuimos hacia la costa. Nos apetecía ir a una playa cerca de Biarritz y finalmente terminamos en la Playa de Bidart. Desde el parking se accede, tras unos 10 minutos andando, a una zona de playa súper concurrida, si continuas la playa hacia la derecha, pasas una zona de rocas y alcanzas una zona prácticamente vacía. Al final a la gente le da pereza caminar cuando va cargado con sombrillas, sillas... y si te alejas de las zonas principales de acceso a la playa, se llega a sitios más despejados. Y así fue. Nos encantó.
A media tarde nos volvimos a San Juan de Luz para descansar. Habíamos reservado en Blue Cargo, en la playa de Ilbarritz, para cenar. Dan dos turnos y escogimos el primero para poder ver la puesta de sol mientras cenábamos. El sitio es muy bonito, el servicio atento y la comida correcta. Eso sí, algo caro, pero teniendo en cuenta el lugar y las vistas, se paga con más gusto.
Día 4. Espelette. Ainoa. Vuelta a Madrid.
El último día no sabíamos si pasar la mañana en la playa o ver algunos pueblitos de interior. Como amaneció nublado nos decantamos por la segunda opción. Dentro de los pueblos que nos habían recomendado y sobre los que había leído (San Juan Pie de Puerto, Sare, Espelette y Ainhoa) decidimos ir a los dos últimos. Hay un tren cremallera (Le Train de la Rhune) cerca de Sare que ofrece unas vistas bonitas de la costa, sin embargo no optamos por realizar esta visita.
Espelette es un pueblo pequeñito y su máxima atracción son los pimientos que llevan el nombre del pueblo, una variedad que se cultiva en la zona. Es curioso ver todas las fachadas y balcones del pueblo con miles de ristras de pimientos secándose. El primer fin de semana de octubre se celebra la fiesta anual del pimiento (que reúne a unas 20 000 personas (más de 10 veces el tamaño habitual del pueblo).
Tras visitar Espelette nos acercamos a Ainhoa, a tan solo 15 minutos en coche, otro pueblito con encanto y que surgió como lugar de abastecimiento y hospedaje del Camino de Santiago en el siglo XIII. Las casas de Ainhoa están prácticamente todas en la calle principal, grandes caseríos de estilo vasco con tejados a dos aguas y fachadas blancas con entramados de madera. Sus puertas, ventanas y contraventanas, están pintadas de colores vivos, sobre todo domina el rojo. Tienen también grandes piedras en las esquinas y alrededor de las ventanas y puertas.
No sentamos a tomar un aperitivo antes de poner rumbo de vuelta hacia Madrid, parando a medio camino en el famoso restaurante Landa a comer unos huevos con morcilla.
Una escapada muy bonita y relajada. Playa y comida rica y pueblos monísimos. Muy recomendable.